martes, 16 de marzo de 2010

¿Quién guardará la memoria de los vencidos? ¿Quién transmitirá el mensaje truncado de los que cayeron? Tengo en mi casa una inglesa que no sabe quien es Colón, ya lo pronuncies Colombus o "the man who discover America". Pasmada como el gato ante el agua. Se ha abierto un abismo entre la ignorancia presente de las clases medias y ese pasado maravilloso que nosotros, extranjeros e incrédulos de nosotros, amamos, adoramos y transmitimos con la fruición de la magia que requiere ser actualizada. No hay lugar para el progreso cultural -eso ya lo sabemos-, pero tampoco para aquella actualización del pasado en virtud de nuestras espectativas de futuro a la que nos instaba el viejo Benjamin. Sí parece reconocer el nombre de Charles Dickens, aunque no el de Oliver Twist. Se trata de una chica inteligente, maja, que saca buenas notas en su pais. Eso sí, no le hables de Eliot, Milton, John Donne, Bram Stocker, Conrad, Stevenson... Extraños completos, olvidados intramuros. En este pais hemos heredado un complejo de inferioridad que nos empuja a los políticos de reforma educativa en reforma educativa. Sin embargo hasta el más macoqui de mis amigos sabe de que le hablan cuando alguien profiere "Mio Cid", "Quevedo" o "Lorca". A pesar de todo, memoria historica la hay. Si nuestro modelo son esta gente, mal vamos. Los franceses, otros que tal bailan. El año pasado un tipo llamado Piere no sabría decirte quien es Baudelaire, Apollinaire, Verlain, Valery, Mallarmé, Aragon, Artaud...

Lo que más me sorprende: ¿Quién ha oido hablar de Kafka? Una americana, un francés y una inglesa desde luego no.

Todavía no me he visto en la tesitura de que alguno de mis hermanos haga un intercambio con Alemania. Espero no tener que hacerlo. En mi carrera si algo se enseña es a dorar cada palabra de ese idioma. En ese idioma pensaron y escribieron los más grandes (mis amigos). No quisiera escuchar, como he escuchado hoy, decir que Marx es ruso.

"Articular históricamente lo pasado no significa conocerlo «tal y como verdaderamente ha sido». Significa adueñarse de un recuerdo tal y como relumbra en el instante de un peligro. Al materialismo histórico le incumbe fijar una imagen del pasado tal y como se le presenta de improviso al sujeto histórico en el instante del peligro. El peligro amenaza tanto al patrimonio de la tradición como a los que lo reciben. En ambos casos es uno y el mismo: prestarse a ser instrumento de la clase dominante. En toda época ha de intentarse arrancar la tradición al respectivo conformismo que está a punto de subyugarla. El Mesías no viene únicamente como redentor; viene como vencedor del Anticristo. El don de encender en lo pasado la chispa de la esperanza sólo es inherente al historiador que está penetrado de lo siguiente: tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer." (Walter Benjamin. Tesis sobre la filosofía de la historia, VI)

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