Me da alegria, Menelao, quiero vino, pan y queso y un cuarterón de aceitunas. El vino que sea viejo, y las aceitunas aliñadas. Brindo por el nuevo miembro contubernico canibal bizarro andino antillano. ¬¡Yo te lo diré! gritando desde la puerta con la voz fresca. Los bailes entre las almenas y el ombligo, al corro a abrirse en la misma raja de la cebolla, tocandosela en todo su hermoso centro, que según nos indicó el filosofo de 19 años, en el centro de ella misma hay silencio absoluto. (Ese fuego que todavía no aprendió a morir y amor se llama carbón).
EL PESO MUERTO EXISTE MI QUERIDO AMIGO Y LA RAJA ABIERTA TAMBIEN.
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