domingo, 14 de marzo de 2010

JOSE LEZAMA LIMA


So Ling dejó que los perros sintiesen lo interminable de ese latigazo, y durante tres días, entrecortados por la lejanía del agua y su encuentro, y por el tiempo más lento en que los perros hundían su hocico en el agua para comer peces aún vivos, mezclándose el sonido de su masticación y el de la agonía de los peces. Dormía y se despertaba sobresaltada, para volverse a dormir, mientras el trineo sobre su propia única luz nocturna se nutría de una extensión infinita. Cuando los perros sacudieron sus campanillas, So Ling creyó ingenuamente que el cansancio les doblegaba las patas, sorbiéndole el frío los tuétanos.

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