sábado, 27 de marzo de 2010

Curioso, Brassaï da la razón a la tésis anteriormente expuesta: "Lo sé: el genio del niño no es otro que el de su propia edad. Si ejerce un poder, lo hace sin saberlo, sin el dominio de la conciencia. Y basta que ese genio le abandone para que sus prodigios no vuelvan a producirse. No se trata, por tanto, de un artista." Nuestra sorpresa debe ser directamente proporcional a la credibilidad que demos a aquella tesis de que prehistoria y posthistoria se tocan a partir de las vanguardias, donde la "juventud artística de la civilización" (Africa, la Cueva de Altamira, etc) sirvió de disparador creativo para las joven jovialidad que evocaban los futuristas y que hicieron realidad los surrealistas vía inconsciente freudiano.

A saber.

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